Santa Claus lleva alegría a un niño pobre
Había una vez un niño que se
llamaba Irwin que era muy pobre y vivía con su familia en Monterrey. El papá se
llamaba Agrin y trabajaba de policía en un edificio y su mamá se llamaba
Alejandra y trabajaba limpiando casas.
Irwin visitaba con su
mamá la casa de un niño que tenía muchos juguetes en su habitación, ese niño se
llamaba Kurt, pero era un niño muy egoísta y envidioso y nunca quería prestarle
sus juguetes.
Su mamá también
limpiaba la casa de otros señores donde también había un niño llamado Raúl que
tenía muchos más juguetes en su habitación. Él si lo invitaba a jugar y a nadar
y le prestaba todos sus juguetes.
Aunque a Irwin eso le
hacía muy feliz siempre le decía a su mamá que él quería tener sus propios
juguetes en su casa, pero sus papas eran tan pobres que ellos no se los podrían
comprar. Su mamá le decía que se los pidiera a Santa Claus, y que tal vez si se
portaba bien todo el año, él se los traería.
Un día después de ir a jugar
Kurt a casa de este niño Raúl porque eran vecinos, olvidó ahí en casa de Raúl
un transformer.
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Hasta que un día Raúl
le dijo a Kurt: -¡Eres un mentiroso! Tú dejaste el transformer en mi casa,
¡Irwin nunca lo robó!
Ese día todos se
disculparon con Irwin por no haberle creído. Irwin solo contestó –Mamá esos
juguetes no son míos, yo se los pediré a
Santa Claus y me los traerá porque me he portado bien.
Esa navidad Santa Claus
miro las acciones de los niños y decidió que en el árbol de Raúl y de Irwin
dejaría los juguetes que ellos deseaban, ya que siempre se habían tratado de
ser compartidos buenos y sinceros.
En cambio en el árbol
de Kurt no le dejaría ningún regalo para que le sirviera de lección y no
continuara siendo egoísta, mentiroso y envidioso.
Esa navidad Irwin
despertó y encontró muchos regalos en su arbolito, ese fue el premio por ser
bueno, obediente y amoroso.
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