CÓMO ECHAR A PERDER A UN HIJO.
Comience por dar a su hijo durante la infancia todo lo que él quiera; así crecerá con la falsa idea de que todo mundo tiene que servirle.
Cuando aprenda malas palabras, celébrele "el chiste"; así creerá que es "muy gracioso" y lo estimulará a aprender otras GROSERIAS que le sacarán a usted de quicio en unos años más.
Nunca le dé educación espiritual; espere a que su "niño" cumpla 21 años para que "decida por sí mismo".
Evite usted el uso de la palabra "malo" o "pecado"; podría crearle un complejo de "culpabilidad".
Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, para que "aprenda bien" a dejar toda responsabilidad a los demás.
Déjele leer historietas, noveluchas, pornografía y cuanta cosa caiga en sus manos; así su cerebro, lleno de inmundicia, se desarrollará sin "prejuicios".
Tenga demasiadas "juntas" por las noches y riña con su cónyuge en presencia de sus hijos; así éstos no sentirán el "terrible choque" cuando sobrevenga el divorcio o separación.
Déle todo el dinero que le pida y cúmplale sus caprichos; al negárselos podría crearle un complejo de "frustración".
Póngase siempre de su parte contra los vecinos, profesores y cuando venga el caso, contra la policía; todas estas personas le tienen "mala idea" a su hijo.
Nunca se preocupe por darle buen ejemplo y cuando alguien le busque a usted y no quiera ser interrumpido, ordénele que diga que "no está" para que desde pequeño aprenda a "salir de apuros".
Luego de seguir estas instrucciones, prepárese para una vida "de tranquilidad". Usted se la merece. Y cuando "su niño" sea un delincuente, apresúrese a exclamar: "¿Qué pecado habré cometido, Dios mío, para merecer esto?".
Carta de George Carlin
Bebemos demasiado, fumamos demasiado, gastamos muy imprudentemente, reímos muy poco, manejamos demasiado rápido, nos ponemos demasiado irritados, nos estamos hasta muy tarde en la noche, nos levantamos demasiado cansados, leemos muy poco, miramos demasiada TV, y rezamos muy rara vez. Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos muy rara vez, y odiamos muy a menudo.
Hemos aprendido cómo ganarnos la vida, pero no a vivirla. Hemos adicionado años a la vida pero no vida a los años. Hemos ido todo el camino a la luna y de regreso, pero tenemos problema para cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Hemos conquistado el espacio exterior pero no nuestro espacio interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no mejores cosas.
Hemos limpiado el aire, pero hemos contaminado nuestras alma. Hemos conquistado el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos más, pero aprendemos menos. Planeamos más, pero logramos menos. Hemos aprendido a ir de prisa, pero no a esperar. Hemos construido más computadores para tener información, para producir más copias que siempre, pero comunicamos menos y menos.
Hay los tiempos de comidas rápidas y de baja digestión, de hombres y mujeres muy grandes pero de carácter pequeño, de ganancias empinadas y relaciones superficiales. Éstos son los días de los doble ingresos pero más divorcios, casas más extravagantes, pero hogares rotos. Éstos son los días de viajes rápidos, pañales desechables, moralidad desechable, encuentros amorosos de una sola noche, cuerpos con sobrepeso, y de las pastillas que hacen de todo, desde animar, calmar hasta matar. Es un tiempo cuando hay mucho en la vidriera del mostrador y poco en las bodegas y almacenes. Un tiempo cuando la tecnología puede traer esta carta a ustedes, y un tiempo cuando usted puede escoger ya sea compartir este entendimiento, o sólo pulsar borrar de suprimir.
Recuerden, gasten algún tiempo con sus seres queridos, porque ellos no van a estar ahí por siempre.
Recuerden decir una palabra amable a quienes los admira, porque esa personita crecerá y dejará su lado.
Recuerden dar un caluroso abrazo a alguien cercano a ustedes porque es ése el único tesoro que pueden dar con el corazón y eso no cuesta un centavo.
Recuerden decir “te amo” a su pareja y a sus seres queridos, pero principalmente, háganlo con intención. Un beso y un abrazo repararán heridas y curar cualquier dolor cuando viene de muy adentro de ustedes.
Recuerden cogerse de las manos y compartan el momento porque algún día esa persona no estará allí de nuevo.
¡Dense tiempo para amar, dense tiempo para hablar! Y dense tiempo para compartir los preciosos pensamientos de su mente.
Y SIEMPRE RECUERDEN: “La vida no es medida por el número de respiros que tomamos, sino por los momentos que nos quitan el aliento.
George Carlin
17 de enero de 2015
Cuando yo ya no pueda
Si cuando converses conmigo repito y repito la misma historia que tú conoces de sobra, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerraras tus ojitos.
Cuando haga mis necesidades frente a otros no me avergüences no tengo culpa de ello, no puedo controlarlo. Piensa cuantas veces te ayude de niño pacientemente.
No me reproches porque no quiera bañarme; ni me regañes por ello. Recuerda cuando te perseguía y los mil pretextos que inventaba para hacerte más agradable tu aseo.
Acéptame y perdóname ya que el niño ahora soy yo…
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas que tú sabes y que ya no podre entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con una sonrisa burlona o tu indiferencia.
Siempre participe en la educación que hoy tienes para enfrentar la vida tan bien como lo haces, y si fallan las piernas por estar cansadas, dame una mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando empezaste a caminar con tus débiles piernitas, no te sientas triste o impotente por cómo me ves dame tu corazón, compréndeme.
De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, acompáñame a terminar el mío, dame amor y paciencia que yo te volveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti; piensa que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta de amor en otro tiempo.
LA ÚLTIMA GOTA
Aquella mañana parecía ser como cualquier otra, la ciudad despertaba lentamente, las luces de neón desaparecían y las marquesinas se iban apagando como velas que se consumen, los trasnochadores huían de los primeros rayos del sol y el sonido de la gran ciudad iba creciendo a cada momento como un palpitante corazón que activa su ritmo ante el esfuerzo físico.
Sin embargo no sería como cualquier otra, cerca de las once de la mañana las amas de casa que lavaban trastos y ropa notaron que el chorro de agua que fluía incesante por el grifo decrecía y se apagaba; algunas maldijeron, otras se lamentaron gimoteando, no falto la que golpeara los tubos y las llaves y las mas, se encogieron de hombros… ya volverá.
La comida estuvo tarde, los trastos no pudieron lavarse, en la calle no se vendió comida y los puestos de aguas frescas agotaron sus existencias, los sanitarios se empezaron a convertir en un problema pero a pesar de todo aquello existía la esperanza, volverá, pensaban.
El tercer día todos asistieron al trabajo sin bañarse, los transportes y las oficinas olían mal y muchos restaurantes tuvieron que cerrar y los enfriadores así como los equipos de aire acondicionado no trabajaron.
En los supermercados las latas de jugo, de conservas y los refrescos se agotaron en las primeras horas de la mañana, por supuesto escaseo la leche hasta desaparecer; en las calles empezaron a quedarse detenidos algunos automóviles por falta de líquido, el tránsito para las primeras horas de la tarde se detuvo por completo, el agua no volvia, la gente pensó en todo para conseguir el vital líquido, secaron los tinacos con esponja, sacaron el agua de los radiadores de los vehículos, rompieron tuberías para chupar hasta las últimas gotas y por ultimo recurrieron a las alcantarillas y las coladeras a los charcos y a las zanjas.
Al quinto día la asistencia a los trabajos fue nula, aquello se había convertido en un problema tan grande que nadie se podía dar el lujo de pensar en otra cosa que no fuese el agua; la ciudad apestaba, el olor que despedían las casas y las calles era nauseabundo por todas partes se encontraban desperdicios, excremento, basura.
Muchas personas empezaron a emigrar a otras partes en busca del agua, siempre en busca del agua, la ciudad empezaba a morir rápidamente, se encontraba totalmente paralizada los caminos obstruidos por cientos de vehículos inservibles.
Para el séptimo día la ciudad era solo podredumbre y devastación, el éxodo comenzó a generalizarse, y por las carreteras se veían miles de personas emigrando a otras ciudades con la esperanza de encontrar agua, no había luz ni servicio en los teléfonos; las comunicaciones estaban interrumpidas por el personal que abandonaba sus puestos, no había vida posible.
En el noveno día no quedaba habitante alguno en la ciudad, todos la habían abandonado, la peste lo inundaba todo, el aire era irrespirable, la era del agua había terminado por fin, ya no habría personas que lavaran día tras día sin necesidad ni quien se exprimiera los barros frente al espejo mientras el agua se consumía en el lavabo, ya no más duchas tranquilas de veinte y treinta minutos con agua caliente mientras casi se dormían en la regadera o en la tina, ya no más lavadas de trastos con grandes cantidades de agua, ya no más mangueras abiertas serpenteando sobre la acera olvidadas mientras el líquido corre, ya no más fugas de agua de las que nadie hace caso, ya no más.
Pasados doce días un hombre sudoroso y con la ropa hecha girones se acercó a la ciudad, tras él una mujer con un niño en brazo trastabillaban, llevaban los labios partidos por la sed sus ojos se hundían los huesos de sus caras sobresalían desmesuradamente, el hombre primero en llegar se cubrió la nariz con una mano, el olor daba nauseas, cayó de rodillas a mitad de la calle, la mujer llego hasta el sollozando desesperada -No es posible- grito ella aferrándose a los hombros de su esposo –Si- contesto el resignado el agua se ha terminado en todo el mundo para siempre alcanzo a decir al tiempo que veían a su pequeño hijo morir deshidratado en sus brazos.
En nuestras manos está el destino del mundo…
10 de enero de 2015
Gracias a Dios por lo que tengo.
y grito de rabia cuando suena el despertador...
Gracias a Dios que puedo oír.
Hay muchos que son sordos.
al despertar, el sol se mete en mi habitación...
Gracias a Dios que puedo ver.
Hay muchos ciegos.
Aunque me pesa levantarme y salir de la cama...
Gracias a Dios que tengo fuerzas para hacerlo.
Hay muchos postrados que no pueden.
Aunque me enojo cuando no encuentro mis cosas en su lugar
porque los niños hicieron un desorden...
Gracias a Dios que tengo familia.
Hay muchos solitarios.
Aunque la comida no estuvo buena y el desayuno fue peor...
Gracias a Dios que tengo alimentos.
Hay muchos con hambre.
Aunque mi trabajo en ocasiones sea monótono rutinario...
Gracias a Dios que tengo ocupación.
Hay muchos desempleados.
Aunque no estoy conforme con la vida,
peleo conmigo mismo y tengo muchos motivos para quejarme...
Gracias a Dios por la vida.
Aunque el dinero no me alcance para zapatos nuevos...
Gracias padre celestial, pues tengo pies...
Hay quienes no los tienen.
Cuando veo mis manos maltratadas,
por el trabajo, y mi bajo salario…
Gracias Señor, pues tengo manos...
Algunos no tienen manos.
Cuando me quejo del pago de servicios
y veo que no me alcanza...
Gracias padre de los cielos,
hay muchos que carecen de todo.
Gracias padre celestial por el aire que respiro...
Porque sigo respirando...
cuando muchos han dejado de hacerlo hoy.
Son tantas las cosas que tengo que agradecerte...
Por cada día que me permites despertar a la vida...
Gracias Dios mío.
La docencia es como un viaje en tren
La docencia es como un viaje en tren…
Observen que en la escuela o Universidad, las aulas son como sus vagones…
Y a nosotros se nos hace responsables de uno de ellos
Todos los años suben al tren nuestros alumnos
Y empiezan o continúan un viaje fascinante…
A nuestro vagón sube ese alumno rebelde, el estudioso, el cariñoso y el creativo…
Y con TODOS ellos, comenzamos a recorrer el Camino…
¿Nuestra responsabilidad?
¡GUIARLOS A BUEN DESTINO!…
En otros vagones, están nuestros compañeros, docentes que eligieron este mismo tren
Con los que compartimos momentos inolvidables
Y que no debemos dejar de ver para alimentar nuestra amistad
Porque si no los vemos, es posible que el día que lo intentemos…
Ya no estén…
Y pensaremos que no hemos sido buenos compañeros de viaje…
¿SABEN CUÁL ES EL MAYOR INTERROGANTE?
SI NUESTROS ALUMNOS VAN A VALORAR LO QUE ELEGIMOS HACER
SI LOGRAMOS DEJAR HUELLA EN ELLOS, O NO…
La verdad es que no siempre lo sabemos…
Algunos terminan su viaje con nosotros, Y JAMÁS volvemos a verlos…
Pero otros…
Y ESO ES LO MÁS GRATIFICANTE DE NUESTRA PROFESIÓN…
VISITAN EL TREN PARA MOSTRARNOS QUIENES LLEGARON A SER
CUANTO HEMOS AYUDADO A QUE LO SEAN
Y CUANTO VALORAN HABER VIAJADO CON NOSOTROS…
ES CUANDO SENTIMOS QUE EL TREN VA MÁS RÁPIDO
Es cuando confirmamos que este
ES UN HERMOSO VIAJE
Pero como todo viaje, también tendrá una estación final para nosotros…
Y en ese momento nos preguntamos: si ayudamos a construír la vida de todos aquellos que viajaron con nosotras en nuestro vagón…
Pero sobre todo…
Si fuimos felices por haber elegido el mejor trabajo del mundo…
El de ayudar a los padres a modelar hombres y mujeres de bien…
El de transmitir valores y principios legados por nuestros abuelos, y…
¿Saben qué?…
Cuando me toque a mí responderme este interrogante, me animaré a recordarme que no desaproveché esta hermosa oportunidad…
Les deseo que tengan un
FELÍZ VIAJE!
28 de agosto de 2014
Carta de una madre
Querido(a) hijo(a), el día que me veas viejita, te pido por favor que me tengas paciencia. Entiende que la vida es un ciclo y todos volvemos a ser niños.
Sí cuando hablo contigo, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme: ¡eso ya me lo contaste!, sólo escúchame por favor…
Cuando quiera comer algo que no deba por mi salud, no me grites, explícame con cariño así como yo te explicaba muchas veces el daño que te hacían los dulces.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos gestos mal humorados, reflejados en tu mirada, que me hacen sentir mal.
Recuerda que yo te enseñe a hacer muchas cosas como: comer, vestirte, peinarte y cómo afrontar la vida…
El día que notes que me estoy volviendo vieja, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme…
Sí ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordad y si no puedo, no te pongas nervioso(a) o arrogante. Ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo, que me pidas consejos y me tomes en cuenta.
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te la ofrecí cuando diste tus primeros pasos.
Cuando estos días vengan, no te sientas triste ni me hagas sentir incompetente ayúdame mientras llega al final de mi vida, pero con amor y cariño.
Regálame flores “ahora” que puedo oler su aroma, dime que me amas “ahora” que aun puedo escucharte, demuéstrame tu amor “ahora” que puedo verte. Aunque no tenga el suficiente dinero para premiarte con un regalo, yo te lo agradeceré con una gran sonrisa, TE AMO
Atte. tu viejita
.... Y... ¿A poco no es así?
A los 3 años: ¡Mamita te amo!
A los 10 años: ¡Mamá te quiero!
A los 15 años: ¡Ah, sí mamá!
A los 18 años: ¡Como fastidias mamá!
A los 20 años: ¡Quiero irme de la casa!
A los 35 años: ¡Quiero vivir con mi madre!
A los 50 años: ¡No te vayas mi viejita linda!
A los 70 años: ¡Cuánto daría por estar cinco minutos con mi mamá!
Y después de todo, comienzas a valorar que tu hermosa madre:
- Cambio su figura por una barriga.
- Que cambio un delineador de ojos por ojeras.
- Que cambio las noches de rumba por constantes trasnoches.
- Que cambio su bolso de mano por una pañalera
Y sólo para recibir amor a cambio.
Así que apapacha a tu madre no sólo una vez al año, sino cada segundo que puedas...
Sí cuando hablo contigo, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme: ¡eso ya me lo contaste!, sólo escúchame por favor…
Cuando quiera comer algo que no deba por mi salud, no me grites, explícame con cariño así como yo te explicaba muchas veces el daño que te hacían los dulces.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos gestos mal humorados, reflejados en tu mirada, que me hacen sentir mal.
Recuerda que yo te enseñe a hacer muchas cosas como: comer, vestirte, peinarte y cómo afrontar la vida…
El día que notes que me estoy volviendo vieja, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme…
Sí ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordad y si no puedo, no te pongas nervioso(a) o arrogante. Ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo, que me pidas consejos y me tomes en cuenta.
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te la ofrecí cuando diste tus primeros pasos.
Cuando estos días vengan, no te sientas triste ni me hagas sentir incompetente ayúdame mientras llega al final de mi vida, pero con amor y cariño.
Regálame flores “ahora” que puedo oler su aroma, dime que me amas “ahora” que aun puedo escucharte, demuéstrame tu amor “ahora” que puedo verte. Aunque no tenga el suficiente dinero para premiarte con un regalo, yo te lo agradeceré con una gran sonrisa, TE AMO
Atte. tu viejita
.... Y... ¿A poco no es así?
A los 3 años: ¡Mamita te amo!
A los 10 años: ¡Mamá te quiero!
A los 15 años: ¡Ah, sí mamá!
A los 18 años: ¡Como fastidias mamá!
A los 20 años: ¡Quiero irme de la casa!
A los 35 años: ¡Quiero vivir con mi madre!
A los 50 años: ¡No te vayas mi viejita linda!
A los 70 años: ¡Cuánto daría por estar cinco minutos con mi mamá!
Y después de todo, comienzas a valorar que tu hermosa madre:
- Cambio su figura por una barriga.
- Que cambio un delineador de ojos por ojeras.
- Que cambio las noches de rumba por constantes trasnoches.
- Que cambio su bolso de mano por una pañalera
Y sólo para recibir amor a cambio.
Así que apapacha a tu madre no sólo una vez al año, sino cada segundo que puedas...
Cuentan que, ante un grupo de niños, un hombre contaba la siguiente historia…
Había una vez un muchacho hijo de un humilde entrenador de caballos. El padre del muchacho era pobre y, aunque con algunos sacrificios, consiguió que su hijo pudiera ir a la escuela. Una mañana, mientras estaban en clase, el profesor pidió a los alumnos que pusieron por escrito las metas que pretendían alcanzar cuando fueran mayores.
El joven, ilusionado por el proyecto, pasó gran parte de la noche escribiendo varios folios en los que explicaba con detalle sus sueños y anhelos. Incluso, hizo varios dibujos para completar su descripción. El chico se imaginó aquella noche dueño de su propio rancho, cuidando de su propia ganadería y con un extenso terreno en cuyo centro se levantaba su casa. Visiblemente emocionado, a la mañana siguiente, el muchacho entregó su trabajo al profesor.
Sin embargo, dos días más tarde, el joven recibió la puntuación de su trabajo, un suspenso, junto con una nota que le decía que se quedara a hablar con el profesor al terminar las clases. El chico acudió a ver a su profesor y lo primero que hizo fue preguntar por qué lo había suspendido. El profesor le explicó: “Este es un sueño poco realista para un chico como tú. Tú no tienes recursos, tu familia es humilde. Para conseguir todo lo que describes en tu trabajo hace falta mucho dinero y muchos contactos. Tienes que comprar el terreno, pagar por las crías originales y después tendrás muchos más gastos de mantenimiento. Tu proyecto no es realista, no podrías hacerlo de ninguna manera.”
A continuación, el profesor agregó:” A pesar de ello, y en consideración por todo el esfuerzo realizado, si vuelves a redactar tu proyecto de forma más apropiada, con objetivos más realistas, te prometo reconsiderar tu nota.”
El chico regresó a su casa y pensó mucho lo que su profesor le había explicado. También le preguntó a su padre que debía hacer, ante lo cual, este le contestó: “Mira hijo, creo que esa es una decisión importante, por lo que te recomiendo que te tomes tiempo para tomarla. Creo que es algo que debes decidir por ti mismo. Lo que tú decidas estará bien.”
Finalmente después de reflexionar durante un par de días, el chico volvió a presentarse ante su maestro entregándole el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno. Ante la cara de asombro de su profesor, el chico le dijo: “Profesor, puede usted mantener mi mala nota, pero yo prefiero conservar mi sueño.”
Al concluir esto, el hombre que hablaba miró a los niños y les dijo: “Y esta es mi historia. Y aquí enfrente está la casa de mis sueños. En el centro del rancho que me propuse conseguir, porque esta es la meta de mi vida. Aún conservo aquel trabajo, con sus grandes números rojos en una esquina, enmarcado sobre la chimenea.”
Luego agregó: “Pero lo mejor de la historia es que, hace dos años, aquel mismo profesor, me visitó con un grupo de treinta chicos. Vinieron a visitar mi rancho. Y al irse me confesó: -Mira, ahora puedo decírtelo. Cuando era profesor, era una especie de ladrón de sueños. Durante aquellos años, les robé un montón de sueños a los niños. Pero por suerte, tú tuviste la fortaleza de no abandonar el tuyo. Y tu ilusión, y tu persistencia me hicieron ver lo equivocado que estaba, y lo cruel que fui con aquellos niños. Ahora, ya jubilado, intento reparar el daño causado contagiando la ilusión a cuantos quieren oírme.”
Ser maestro implica una gran responsabilidad (todo gran poder…). Manejamos ilusiones y sueños ajenos, y de nosotros depende regarlos y que puedan florecer o que se marchiten. ¡Nadie dijo que fuera fácil! Aunque por otra parte… ¿alguien conoce algo tan apasionante?
Había una vez un muchacho hijo de un humilde entrenador de caballos. El padre del muchacho era pobre y, aunque con algunos sacrificios, consiguió que su hijo pudiera ir a la escuela. Una mañana, mientras estaban en clase, el profesor pidió a los alumnos que pusieron por escrito las metas que pretendían alcanzar cuando fueran mayores.
El joven, ilusionado por el proyecto, pasó gran parte de la noche escribiendo varios folios en los que explicaba con detalle sus sueños y anhelos. Incluso, hizo varios dibujos para completar su descripción. El chico se imaginó aquella noche dueño de su propio rancho, cuidando de su propia ganadería y con un extenso terreno en cuyo centro se levantaba su casa. Visiblemente emocionado, a la mañana siguiente, el muchacho entregó su trabajo al profesor.
Sin embargo, dos días más tarde, el joven recibió la puntuación de su trabajo, un suspenso, junto con una nota que le decía que se quedara a hablar con el profesor al terminar las clases. El chico acudió a ver a su profesor y lo primero que hizo fue preguntar por qué lo había suspendido. El profesor le explicó: “Este es un sueño poco realista para un chico como tú. Tú no tienes recursos, tu familia es humilde. Para conseguir todo lo que describes en tu trabajo hace falta mucho dinero y muchos contactos. Tienes que comprar el terreno, pagar por las crías originales y después tendrás muchos más gastos de mantenimiento. Tu proyecto no es realista, no podrías hacerlo de ninguna manera.”
A continuación, el profesor agregó:” A pesar de ello, y en consideración por todo el esfuerzo realizado, si vuelves a redactar tu proyecto de forma más apropiada, con objetivos más realistas, te prometo reconsiderar tu nota.”
El chico regresó a su casa y pensó mucho lo que su profesor le había explicado. También le preguntó a su padre que debía hacer, ante lo cual, este le contestó: “Mira hijo, creo que esa es una decisión importante, por lo que te recomiendo que te tomes tiempo para tomarla. Creo que es algo que debes decidir por ti mismo. Lo que tú decidas estará bien.”
Finalmente después de reflexionar durante un par de días, el chico volvió a presentarse ante su maestro entregándole el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno. Ante la cara de asombro de su profesor, el chico le dijo: “Profesor, puede usted mantener mi mala nota, pero yo prefiero conservar mi sueño.”
Al concluir esto, el hombre que hablaba miró a los niños y les dijo: “Y esta es mi historia. Y aquí enfrente está la casa de mis sueños. En el centro del rancho que me propuse conseguir, porque esta es la meta de mi vida. Aún conservo aquel trabajo, con sus grandes números rojos en una esquina, enmarcado sobre la chimenea.”
Luego agregó: “Pero lo mejor de la historia es que, hace dos años, aquel mismo profesor, me visitó con un grupo de treinta chicos. Vinieron a visitar mi rancho. Y al irse me confesó: -Mira, ahora puedo decírtelo. Cuando era profesor, era una especie de ladrón de sueños. Durante aquellos años, les robé un montón de sueños a los niños. Pero por suerte, tú tuviste la fortaleza de no abandonar el tuyo. Y tu ilusión, y tu persistencia me hicieron ver lo equivocado que estaba, y lo cruel que fui con aquellos niños. Ahora, ya jubilado, intento reparar el daño causado contagiando la ilusión a cuantos quieren oírme.”
Ser maestro implica una gran responsabilidad (todo gran poder…). Manejamos ilusiones y sueños ajenos, y de nosotros depende regarlos y que puedan florecer o que se marchiten. ¡Nadie dijo que fuera fácil! Aunque por otra parte… ¿alguien conoce algo tan apasionante?
LO QUE SIEMBRAS COSECHAS
Nunca un naranjo dará rosas ni aguacates o plátanos. Simplemente, se recoge lo que se siembra.
Si con respeto, bondad, sonrisas, amor, andas por el mundo, eso retornará a tí sin duda. Entonces hay que el preguntarse….
¿Qué he sembrado a lo largo de mi vida? ¿Es alegría, esfuerzo y ejemplo? Mis hijos…. ¿qué semillas crecerán en ellos? ¿Me oyen decir mentiras y groserías? ¿Me escuchan hablar mal de otros, quejarme, criticar y maldecir? ¿Tengo tiempo para dialogar con ellos, guiarlos con los valores humanos? O ¿estoy muuuuy ocupado trabajando para darles TODO, dando a entender que las cosas pueden sustituir el cariño y la atención que ellos necesitan?
Es tiempo de sembrar en todos, pero especialmente en tus hijos…. lo que siembres hoy, eso recogerás mañana. No dejes pasar ni un día sin que te vean dialogar, ser generoso, servicial, trabajador y buen ejemplo.
En la escuela y en el salón, el trato que tienen tus hijos con sus compañeros se observa si el niño sabe sobre la colaboración, higiene, orden y respeto.
Siembra bondad, comprensión y cosecharás ternura y perdón. El que siembra entusiasmo y alegría con pequeños detalles, encontrará la felicidad. Pero, no acostumbres a darle premios o regalos por hacer lo debido, pues la recompensa no es inmediata. ¿Cuándo viste crecer un árbol en un día? Basta con unas palabras de aprobación, una sonrisa y algún gesto de cariño sino, después tendrás un pequeño tirano que sólo con sobornos o chantajes hará lo correcto. Y le darás problemas al maestro que no sólo atiende al tuyo, sino a 3 decenas más de alumnos.
Hoy es tiempo de sembrar. No dejemos de hacerlo ni un sólo momento. ¡Qué bello es sembrar con el buen ejemplo! Es mejor que cualquier sermón dictado por cualquier gran orador. Pero, ¡qué difícil es la congruencia entre lo que decimos y lo que vivimos!
Nunca justifiques la mala conducta de tu hijo, echando la culpa a otros. Se debe detener, señalar la falta, corregir y reparar el daño, porque dentro de 10 años lo estarás lamentando. Aún estás a tiempo de sembrar.
Sembrar es lo importante y cierto es que, cosechamos lo que sembramos.
¡¡¡¡SIEMBRA PUES, BUENOS HÁBITOS!!!!
COMO EL LÁPIZ
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